domingo, 24 de agosto de 2014

Fui a comer a la esquina. Es algo que ya no se hace. Esto de anotar palabritas es algo que ya no se hace. Es como guardarte fósiles en las bolsillos. Está al borde la extinción. Quise ser paleontólogo. –“de eso no se gana dinero”, me dijo alguien. Yo era un niño, creo que en ese momento experimenté mi primer fracaso -el primero de una larga lista-. Antes de empezar ya me habían advertido. La palabra dinero para mí era algo tan misterioso y hermético que no podía dudar de la seriedad del asunto. Los niños son los creyentes más fervorosos de la magia y el abismo, son ellos los que le entregan su energía y entusiasmo a las propiedades fantásticas de la existencia.
Entonces estoy aquí, escavando en los huesos de la palabra. Sacándome algo que me quedó entre los dientes, devorando. Estoy recuperando mi carrera, estoy empezando. Es una buena excusa para morirse de hambre, una carrera.
Estoy comiendo bien. Mis cachetes están más hinchados. Estoy haciendo todas las cosas que dije…¿entonces?
Recién me doy cuenta, esto se está extinguiendo como las cartas. Pienso en el departamento. Debería ser patrimonio histórico de la humanidad. Es como la casa de Ezra Winston. Estoy de prestado. ¿Qué es, sino, mi cuerpo, ésta gran casa prestada? Todo está saliendo de noche, ¡y es tan maravilloso! Pasará la noche al olvido, pronto, como los grandes fantasmas. ¡Qué gran academia, la vida! Vivir aquí solo, con toda esta información. Necesito noches enteras para investigar aquí. Once, tanta miseria y sublimidad. Tanto amor en el ojo del poeta.
Voy a la esquina a comer – es algo que ya no se hace, menos un joven- y siento la noche. Estoy muriéndomede hambre. Me deleito con los detalles: un hombre lee el diario, fuma. El muchacho que está con él, supongo que su hijo, resulta ser un conversador maravilloso. Boxeo, guerra, religión, cultura. Es una enciclopedia. Habla claro y alto, le importan tres carajos los demás. Es claro, consiso. No se engolosina con las palabras, economiza, llega al punto sin perderse en el vacío que tienta al punto. Una persona comprensible, mirando afuera a la mugre, la demencia.
Adentro: sanos y salvos. La locura de vivir en la ciudad. ¿Cómo puedo vivir en la ciudad si ni siquiera me doy cuenta que estoy vivo? La ciudad está extinguiéndonos, es la reflexión final de mi estudio de campo. Estoy expuesto junto a mis pares en éste museo frío, que es el bar de la esquina. La gente pasa, pero no nos mirá. No valemos tanto para una entrada. Cuanto apuro. Que más daría por cruzarme con más conversadores. Ahora todo está lejos, lejos. Y las cosas se van por la ventana.
Y que si renunciaras a todo? Y bien, si todo desapareciera y te vieras. Dime…qué importancia tendría, qué consuelo o bondad? Si te alejaras sereno y calmo, ya sin deudas, ya sin tiempo. Si te recluyeras y acamparas hacia adentro.
Recupera tu aliento. ¿Que si escucharas y asintieras saboreando el momento sereno, convencido de que todo es perfecto? Si confiaras en la vida y se extinguiera el cielo, aun así serías presa del arrepentimiento.

martes, 12 de agosto de 2014

Alucinado de sol y sal
sodio 
que mantiene
engañada a 
la gente 
Pueblo
querido pueblo
Yo me pregunto
¿Cuándo podrás alejarte
de los transitores
y pisar la tierra 
con revolucionarios
pies desarraigados?