Libertad: Uso y abuso
La condición necesaria es estirar el espíritu. Bucear en los océanos de
la incertidumbre tras la proclama febril que se agita desde los huesos:
la sincronía con el tiempo sideral y cósmico, la desmantelación total y
expresa de la conducta represiva, de los atavíos que demoran la
corriente transgresora, lúdica e introspectiva que necesitan los
corazones, libres.
La bandera enarbolada por los voraces glotones de
la burocratización del alma debe ser terminantemente aletargada por la
inspiración del humano libre: es nuestro pan y derecho, nuestro
menester, nuestra responsabilidad y riesgo.
La libertad supone el
riesgo como chispa, la entrega total como hoguera, como consuelo
ardiente a la zozobra de las concesiones represivas que la cultura de
acumulación se adjudica como fuerza y motor hacia la deshumanización,
hacia el mercantilismo de nuestras capacidades y relaciones.
Es la libertad el consuelo infinito de quienes la buscan, el destino fatal y último de quienes la proclaman.