lunes, 19 de octubre de 2009

Pero como sabía, él no tenía nada que lo comprometiera, ni estaba haciendo nada, así que cuando se dispuso a retirarse, lo hizo con mucha tranquilidad; no había motivo por el cual detenerlo, y él lo sabía.
Empezó la marcha de vuelta hacia la Avenida, y hecha media cuadra se detuvo para atarse los cordones de su zapatilla. Cuando se agachó, oyó los pasos inconfundibles de unos zapatos que se dirigían hacía sus pisadas.
-Buenas noches, caballero –llegó a oír todavía desde el piso–.
Volteó la cabeza y vió la figura del policía a través de la noche.
-Hola –senteció lacónicamente Marco–.
-¿Qué anda haciendo caballero?
-Nada, paseando.
-¿Dónde vive usted?
- En Avellaneda.
-Está un poco lejós de su casa, ¿no le parece?
Marco arqueó una ceja en respuesta a la pregunta del oficial, como respondiéndole tácitamente que qué carajo le importaba, que él era libre de caminar a sus anchas por donde se le diera la gana. Sentía un gran desprecio por la autoridad, debido a los diversos maltratos que le habían propinado las amistosas fuerzas policíacas en tiempos anteriores. Pero era un tipo inteligente, y sabía que no uno no debía desmedirse con un imbécil vestido de azul, menos siendo tan visitante como lo era él en ese momento.
-Son 40 minutos en colectivo, no es tan lejós.
-Está bien. ¿Tiene documentos?
-No, no salgo con los documentos a la calle, si los pierdo me traería muchos problemas.
-Y escucheme una cosa –el policía cambió rápidamente el rumbo del interrogatorio– ¿Fuma usted marihuana?
Marco vaciló un instante y mintió concienzudamente:
-No.
-¿Está usted seguro, caballero? –retrucó el uniformado–
-No, no fumo. Y sí lo hiciera…–arrastrando en su respuesta una leve tonada de desprecio, que apenas se percibio en el aire– ¿Cuál es el problema?
-Que la tenencia de estupefacientes de diversa índole constituye un crimen para el código penal.
-Bueno, pero yo no tengo nada.
-Bueno, ¿entonces me permitiría revisarlo? –solicitó el policía–.
-No,no me podés revisar –negó Marco–.
-¿Cómo qué no? –se sorprendió el agente–
-No, yo estoy caminando por la calle, sin hacer nada. No estoy en posición flagrante ni ningún tipo de actitud que pueda ser presuntamente contravencional. Por eso, como dice La Constitución, vos no me podés revisar porque no tenés jurisprudencia sobre mi persona debido a mi correcto accionar.

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