lunes, 19 de octubre de 2009

-Caballero, un segundo por favor.
-¿Qué pasa? –dijo Marco, ya harto de la situación–.
- Mire Caballero, evidentemente tenemos que llegar a un acuerdo con esto.
-¿Acuerdo? ¿Qué acuerdo? ¿Acuerdo de qué? ¡Si yo estoy caminando por la calle sin hacer nada! ¡Y no tengo nada además!
-Es verdad, pero usted no tiene los documentos.
-¿Pero me vas a llevar hasta la comisaría al pedo para perder tiempo? ¡Si sabés que no tengo nada!
-Si no llegamos a un acuerdo, me lamento que tengo que cumplir con mi deber.
Deber. La palabra estalló como un cohete en la cabeza de Marco y quiso mandar al oficial a la concha de su hermana. Pero serenando los nervios, se contuvo una vez más y dijo:
-¿Qué tipo de acuerdo? No tengo plata, y si la tuviera, no te la daría. Eso es un abuso de tu autoridad.
- No Caballero, nada de dinero. Yo no soy de esos, no me malinterprete.
- ¿Y entonces qué, macho?
-No me falte el respeto, se está dirigiendo usted con un oficial de la Nación.
-Bueno ¿Qué quiere?
-Usted sabe.
-No, no sé.
-Vamos..
-¿Podés ser específico, qué me quiero ir? –se hartó Marco–
-Bueno, usted sabe, uno aquí, a veces se siente bastante solo y un poco de compañía nunca viene mal…
-¿Qué carajo estás diciendo?
-Acá en los arbustos de la plaza no hay nunca nadie, usted viene conmigo y…–arqueó las dos cejas y ladeo la cabeza hacia los arbustos–.

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