
No lo recuerdo con exactitud. Ni siquiera intento hacer un esfuerzo por recordarlo. Pero lo que sí puedo afirmar con seguridad, es que desde aquella primera vez diluída en mi memoria, se trata de la misma sensación que me estremece en cada momento en que escucho ese saxo nuevamente. Una y otra y otra vez.
Llegué a Coltrane por curiosidad, divagando entre el infinito universo jazzístico. Hechizado, anodadado ante tanta belleza; sin entender lo que mis oídos escuchaban y temoroso de lo que no entendía. Preguntándome porque había tardado tanto tiempo en descubrir algo semejante.
Aquel saxo sonaba (y sigue sonando) como algo supremo, como un Amor Supremo. Más allá del bien y el mal, hermoso e interminable, sobrevolando veredas desérticas y hechizando suspiros con inexplicable dulzura.
Sentí aquella súplica y de inmediato comprendí que ese sonido era la verdad; ese sonido lo era todo: la luna sobre los tejados, los amores, el amor, el lugar exacto en el momento exacto en cualquier lugar y momento; cuando lo más simple se vuelve una vida entera en frente de los ojos y comprendés lo incomprensible. Todo aquella magia fluyendo por las venas como un torrente incontenible; una plegaria, un salmo, una explosión. Arriba con los dioses y bien abajo con los vivos.
Una melodía así, la misma que suena al tiempo que mis dedos nerviosos golpean las teclas inquietas, no puede provenir de algo tan fútil como lo es un hombre preocupado en su endeble existencia mundana; es el canto de un alma realmente hermosa que se encontró consigo misma y comprendió ser parte del todo, soplando con fuerza desde la nada misma para contar lo que había descubierto, haciendo más divino el sendero al encontrar el preciso y único instante y regalarlo más fantásticamente que miles de cuentos de hadas e interminables fábulas bizantinas. La pura verdad flotando en calles, habitaciones, cárceles y ciudades, durante siete inverosímiles minutos, mucho más alto que el templo de relojes que se erije sobre los cimientos de la incertidumbre.
Gracias infinitas por tu canto inolvidable, donde tu alma resplandece en 12 notas y mi corazón se funde con el tuyo, donde miles de fabulosas historias convergimos hacia el mismo pasadizo en búsqueda de la misma revelación. Gracias.
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